martes, agosto 28, 2007

Gran hermano Oriental

China, Shenzhen, en esta ciudad del sur de China están siendo instaladas por lo menos 20.000 cámaras de vigilancia policial, que muy pronto serán controladas por sofisticados programas informáticos que podrán reconocer automáticamente las caras de los sospechosos y detectar cualquier actividad inusual. Cualquier, vaga, similitud con Puerto Madero es pura coincidencia.

No solo eso si que a cada habitante de esta ciudad, unos 12 millones, se le entregaran una tarjeta que contendrán datos como ser, Nombre, dirección, datos laborales, educación, pertenencia étnica, etc, las costumbres autoritarias del Partido comunista chino, se han tecnificado.

Curiosamente esto se produce en medio de una migración del campo a los centro a urbanos, unos10 millones de campesinos cada año se trasladan a las grandes ciudades, y recrudecen las opiniones para que se contenga la migración, por los menos, por fuera del radio urbanos de la ciudad.
Los expertos en seguridad describen a este programa como el esfuerzo más importante en todo el mundo para combinar la última tecnología computarizada con el trabajo policial, con el propósito de controlar las actividades de la población y de combatir el crimen, pero admiten que esa tecnología puede ser empleada para violar los derechos civiles.

No solo en la esta ciudad ya que el gobierno Chino ha ordenado que todas las ciudades grandes del país apliquen la tecnología al trabajo policial y que emitan tarjetas de residencia de alta tecnología para los 150 millones de personas que se han mudado de ciudad pero que aún no tienen residencia permanente.

Esto contribuiría al decadente régimen del Partido Comunista “mantenga” su poder por medio de un control más estricto de una población cada vez más próspera en momentos en que las protestas callejeras se han tornado más habituales.

En este sentido, dijo, Michael Lin, vicepresidente de China Public Security Technology "Si no consiguen la tarjeta de residencia, no pueden vivir aquí; no pueden gozar de los beneficios estatales y los beneficios que ofrece la ciudad.
Para
el gobierno, ésa es una manera de controlar a la población en el futuro", confesiones de un directivo de la empresa que abastece la tecnología para el proyecto.

China Public Security, con base en Florida, ha conseguido gran parte de los fondos necesarios para desarrollar su tecnología de dos fondos de inversión de Texas: Pinnacle Fund y Pinnacle China Fund.

Shenzhen, es un centro de producción de computación cerca de Hong Kong, es la primera ciudad china que incorpora las nuevas tarjetas de residencia. También está a la cabeza en el uso masivo de cámaras de vigilancia, táctica que hubiera provocado críticas internacionales en los años que siguieron a la masacre de la Plaza de Tiananmen.

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Manufactured Landscapes


Después de ver el excelente documental, Manufactured Landscapes, de la directora Jennifer Baichwal sobre la obra y el mundo, según el lente, de Edward Burtynsky, un fotógrafo canadiense muy visto en Internet debido a la temática que desarrolla, el crecimiento urbanos y el impacto en el medio natural.

En esta oportunidad la directora, Jennifer Baichwal, acompaña al fotógrafo que retrata paisajes industriales, activos e inactivos, ciudades destruidas, ciudades de desechos producto del consumo, las reglas del mercado, en su oferta y demanda, son la constante de este documental.

Burtynsky fotografía el impacto de la masiva revolución industrial y reflexiona sobre la ética y la estética de la misma.

Una pincelada mas para entender a la migración mas grande la historia de la humanidad que se esta llevando acabo en este preciso momento!

sábado, agosto 25, 2007

"Los arquitectos son los políticos más listos"

Cuando Deyan Sudjic (Londres, 1952) se dio cuenta de que jamás sería un gran arquitecto cambió los plazos largos de la construcción por la inmediatez del periodismo. Crítico de arquitectura en The Observer, fundó la mítica revista Blue Print y dirigió la italiana Domus. Hoy es, además, director del Design Museum de Londres, junto a Tower Bridge, en la renovada orilla sur del Támesis. Allí habla de su polémico ensayo La arquitectura del poder, en el que sostiene que la arquitectura nunca cambia, que siempre tiene que ver con lo mismo:

el poder,
la gloria,
el espectáculo,
la memoria,
la identidad y
las preguntas primordiales

PREGUNTA. ¿La arquitectura tiene que ver hoy con lo mismo que hace 2000 años?

RESPUESTA. Es cierto que hoy las cosas suceden antes. Hay más gente y nos movemos más. Pero no es algo novedoso. Tampoco lo es la globalización. La gente siempre se ha movido. Las ciudades son más antiguas que los países. Londres existió mucho antes que Inglaterra. Alejandría era hace 2000 años una ciudad con judíos, latinos y árabes. Y eso, para mí, es la condición contemporánea.

P. Usted dice que casi todos los políticos terminan por usar a los arquitectos. ¿No se da también el caso contrario?

R. Los arquitectos son los políticos más listos. Aunque los hay tontos. Todos los políticos buscan el efecto Guggenheim. Es un hecho. Pero bueno, uno escribe un libro y exagera para transmitir una idea.

P. ¿Ha exagerado mucho?

R. No. Alguien lo describió como una mezcla de cotilleo e investigación. La mayoría de los historiadores de la arquitectura no dan relevancia a ciertos factores contextuales. Mi objetivo no era tanto describir edificios sino explicar qué los hace posibles.

P. En su libro menciona a Hitler como inventor del efecto Guggenheim. ¿Lo hace con cinismo?

R. No. Me sorprendió leer en el diario de Speer cómo el ministro de finanzas pedía en 1934 moderación en el gasto y Hitler decía que no se le hiciera caso: que llegarían los americanos y verían el proyecto para el nuevo Berlín. Pero el origen de ese fenómeno está en las aldeas de la Toscana, que organizaban el turismo religioso en torno a las reliquias de los santos. La idea de crear un sitio aparentemente mágico se basaba ya en la certeza de que llegarían los visitantes.

P. Nunca ha habido tanta arquitectura, y tan visible, hecha por tan pocas personas. ¿Cuál es el peligro?

R. Muchos: quien compra una firma y no un proyecto puede acabar adquiriendo una caricatura. El trabajo que se hace con prisas no puede ser bueno.

P. ¿Cree que lo que ocurrió en el mundo del arte, que los críticos debían decir lo que estaba bien y lo que no, está comenzando a pasar en la arquitectura?

R. Las cosas se ven diferentes cuando sabes quién firmó el cuadro. Norman Foster tiene un estudio de 900 personas. Zaha Hadid está en 250 y eso cambia las cosas. Y supongo que Moneo todavía trabaja con 25. Es una elección. Pero parece que no puedas decir que no. La caravana de arquitectos se ha trasladado de Pekín a Dubai. Lo siguiente será Kazajistán. Te preguntas por qué la gente dice sí.

P. ¿Serían más felices siendo 25?

R. Sería una buena pregunta. Algo cambió cuando desapareció la división entre los arquitectos del círculo cultural y los comerciales. Hace 25 años, los arquitectos de los que hemos hablado no hubieran construido torres de oficinas en Londres sino bibliotecas, museos y vivienda social para zonas en desarrollo.

P. ¿Y cuál es el precio por construir tanto?

R . Foster, cuando era algo más joven, firmó obras maestras que lo convirtieron en un genio. El Banco de Hong Kong & Shanghai, por ejemplo. Ahora, te asomas a la ventana y ves diez proyectos de Foster. Ninguno es malo. Todos son bastante buenos. Pero él, en determinado momento, tuvo que tomar una decisión: ¿Quiero ser bastante bueno o sobresaliente?

P. ¿Qué será lo siguiente en arquitectura? ¿Qué viene tras el star system?

R. Nos acercamos a una época de arquitectura austera. Los estudiantes vuelven a valorar el trabajo pegado a la tierra que hicieron los Smithson.

P. Su libro sale ahora en chino, pero censurado, sin el capítulo sobre la plaza de Tiananmen.

R. Sí, y no sabía si publicarlo o no.

P. ¿Por qué accedió?

R. No quiero que me prohíban la entrada en China. Es demasiado interesante lo que está sucediendo.

P. ¿China es hoy la tierra de las oportunidades o territorio de gánsteres, el Chicago del siglo XXI?

R. Eso es Moscú, donde no tienen interés en ningún sistema legal. La mujer del alcalde es una de las mayores constructoras de la ciudad, pero la tragedia es todo lo que están destruyendo. Pekín es otra cosa. Si hoy lanzara una revista de arquitectura lo haría en Pekín. Está ocurriendo tanto y tan rápido que estar allí cuatro años significa ver cambiar el mundo. La primera vez que fui, hace quince años, sólo había camiones con verduras y el aeropuerto era como un refugio. He ido seis veces y cada vez es un sitio diferente. El boom de la construcción es también el agujero negro por el que el mundo está desapareciendo. Supongo que el partido comunista sabrá reconocer una situación prerrevolucionaria, porque eso es lo que tienen allí.

P. ¿Y qué es Dubai?

R. Un intento interesante de cambiar la perspectiva del mundo. En Dubai hablan de estar a medio camino entre Bombay y París. Se está creando un mundo que tiene también otros centros. Allí ves todo tipo de extravagancias -un salto de esquí en medio del desierto y cosas así- y no ves muchos árabes, sino indios, iraníes, chinos. Es una cultura híbrida que aprende de Singapur, la primera ciudad-Estado contemporánea junto a Hong Kong. Hacen lo mismo que ellos. Primero, fundar una línea aérea. Luego, invertir en guggenheims.

P. "El problema de los rascacielos", escribe usted, "es que no sabemos qué pensar de ellos. Y que las torres más altas del mundo se construyen ahora en ciudades que no sabríamos ubicar en el mapa". ¿Cómo va a cambiar esto el mundo?

R. El cambio puede verse ya en las ciudades europeas. Hace veinte años hubiera sido imposible hacer rascacielos en Londres o en Barcelona. La gente se acostumbra a que las ciudades tengan un aspecto y cuesta cambiarlo. Creo que el alcalde de Londres fue a Pekín y vio que primero habían construido el perfil de la ciudad y luego comenzaron a crear puestos de trabajo. E importó el modelo.

P. De modo que nos copian y les copiamos la copia.

R. Sí. La arquitectura se propaga como la gripe aviar. Un rascacielos es una idea muy básica. También el Guggenheim. Se levantan esos edificios para mejorar las ciudades, pero el objetivo es que los fabricantes no se vayan a otro sitio.

P. ¿Hay algún peligro en mezclar lo local con lo universal?

R. Una vez le pregunté a Enric Miralles por qué algunas culturas producen buena arquitectura y otras no. Me respondió que era como las setas en el sótano: pones una y el resto crece solo. Algunas culturas producen una cultura arquitectónica propia. China va camino de hacerlo. Japón lo hizo hace años. Finlandia la tiene. Y Cataluña. Austria también pero Alemania no. Los grandes arquitectos ejercen una sombra sobre los demás, pero sirven de estímulo. Piense en lo que Barragán hizo por México. Los buenos arquitectos hacen que una cultura lejana pase de la periferia al centro.

P. ¿Y qué hace a un buen arquitecto y a un buen edificio?

R. La capacidad para entender las cosas de otra manera, trabajo duro, autenticidad. Lo realmente malo en arquitectura es lo que no puede cambiar: viviendas sociales que no admiten variaciones, oficinas que no pueden alterarse. Los almacenes del siglo XIX son hoy magníficos museos o viviendas. Las ciudades que sólo pueden crecer de una manera son malas. Las que pueden cambiar y adaptarse son las buenas.

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