Un 24 de marzo
La irracionalidad tomo por asalto el poder, se materializo Hobbes con su frase “el hombre es el lobo del hombre”.
No fue lo único irracional que se vio por esos días, toda la sociedad se vistió de avestruz, escondiendo se cabeza en la tierra, pero hasta cuando? Hasta que el volumen de violencia e irracionalidad supero los muros del silencio donde estaban siendo torturados, apropiados y negados de su identidad.
Sus Abuelas y Madres pedían y hurgaban por la ciudad en busca alguna información que aplacara su angustia, su calvario, es esta ciudad que fue negada arrancada y vallada por medio de sus autos color verde y señores de largo brazo, con sus “reglamentarios” bigotes.
El espacio publico ya dejo de ser publico, el espacio de sociabilización, la calle, la vereda paso a ser un campo de batalla y un campo donde se observaba lo privado, lo social paso a ser un escenario táctico.
El derecho fue negado, y ni pensar del derecho a la ciudad, a circular, reunirse a disfrutar de la ciudad, solo teniendo los documentos, visas o tarjetas se podía seguir en ellos, paradoja que ese mismo sistema es descripto por Marc Augé en su excelente libro
La construcción social, paso a tener tajos en su conformación espacial, fue presa de la irresponsabilidad y negociados, que se extendió algo mas de concluido en régimen, que dejo huellas profundas, los planes de erradicación de villas, las expropiaciones, las expulsiones de personas de la ciudad.
Lo que no era reglamentariamente correcto, era desaparecible materialmente.
Pero la misma ciudad genero el escenario para el recuerdo, el pedido, la denuncia, y fue volver a sus inicios, adelante mismos del poder, ya que lo que no existe, lo desaparecido, no esta, no existe sic Jorge Rafael Videla y allí está la Plaza de Mayo, las Abuelas, las Madres, con su movimiento nos recuerda las peripecias en busca de información, de sus hijos, nietos, y ese grito fuerte, persistente, pero en silencio de su ronda alrededor de la plaza.
En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces, ninguno me asombro como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneamente: lo que transcribiré. Jorge Luis Borges, El Aleph.
Nos solo desaparecieron personas, sino también espacios públicos, el caso del estadio de San Lorenzo de Almagro, recientemente aprobado por la legislatura su restitución, pero vetado, despojado de los brazos de quienes lo hacen una entidad de reunión social y gran trabajo en la zona que excede lo meramente futbolístico.
La cultura, también fue victima para expresarlo en palabras de Enrique Medina, uno de los autores argentinos prohibidos: "En esos años los camiones del Ejército se paraban frente a las librerías y se llevaban centenares de volúmenes. Luego hacían verdaderos aquelarres quemándolos. Tenía razón Walt Whitman: el que toca a un libro toca a un hombre. Aquí, realmente, estaban quemándonos vivos".
Señores de largos brazos y culto saberes, ensamblados en sus trajes impecables deciden que y como deben de educar al pueblo, deciden donde deben circular y como deben vivir, se inmortalizan con lacayos servidores y obedientes cortesanos.
Pero la verdad sobrevive, a todos los hombres, el genocidio deja huellas y afloran, golpean a la realidad que hoy saca su cabeza del suelo y mira con mucho recelo su realidad.
Bienvenida la democracia, bienvenido el debate, no hay ciudad, sin ciudadano de derecho y de hecho, no hay igualdad sin justicia.
Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino.
Señores jueces: "NUNCA MAS"."
Julio César Strassera fue el fiscal acusador que condujo el Juicio a las Juntas durante 1985